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  1. Olvidar

    lunes, 29 de junio de 2015

    Olvidar es un actividad solitaria. El primer paso para olvidar, jamás será la separación, al contrario, quizás esa sea la peor idea para lograrlo. En realidad la separación sólo es, un caso de abstinencia, con la cual por supuesto comienza la guerra fría entre lo que se debe hacer y lo que te aniquila constantemente. Olvidar es un acto que se hace con toda dignidad para auto-humillarse, si se logra realizar con éxito, aquello de olvidar, bueno entonces estaremos en algún momento con la dignidad recuperada, como si nos devolvieran el crédito de una tarjeta en la que gastaste todo comprando el boleto de avión, que nunca despegó. Y ahí estaremos, esperando la llamada del servicio al cliente. En fin, que esto es el camino a olvidar, jamás comienza por la separación pero es un paso sano, claro, eso no se niega. Es el paso en el cual pones pies afuera del infierno, un pie en tierra de salvación mientras mantienes otro en tierra caliente.
    Primera llamada para el descanso futuro, se aceptan sugerencias.

    La música clásica siempre será la mejor compañera para la tranquilidad, o el silencio te susurra la muerte al oído mientras escuchas atentamente. Es curioso, uno recuerda las cosas más insignificantes, pocas veces las grandes hazañas, pocas veces las enormes proezas que resultaron de sacar el barco adelante con media popa tocando la corona de la arena al fondo de un oscuro océano particular. Uno recuerda los gestos, algunas palabras, recuerdas las intenciones, recuerdas el tono del llanto, eso nunca se olvida. Pero se recuerda más las sonrisas, algunas bromas, se recuerdan algunos caminos, es como escoger dulces raros y llevártelos en un bolsillo que simplemente vas a vaciar.
    En esto de olvidar, debemos estar conscientes de algo, jamás lo haremos totalmente. El acto de olvidar es en realidad una falacia, alguna propaganda pura que nos quiere convencer de algo que jamás va a suceder. En algún momento recordaremos todo, a todas las personas, en todos los estados y todos los desconsuelos.
    Deme una empanada de olvidar mal cocinada, mal lograda, mal llevada a cabo y pesimamente sazonada. Ya sé que el proceso de hacer la empanada requiere de su tiempo, sí sí, ya sé que de todas formas algo va a salir mal. Iba a mostrar con medio relleno asomando por un borde pero, claro que quiero la empanada. Ya sé a lo que me enfrentaré. Já, ¿qué me va a quemar el hocico?, lo sé, pero es que hay veces que uno entra en la cafetería y tiene que comer esa empanada con un café, lo sé. Pero por favor, a mí sírvamela con un whisky, yo sé lo que le digo.
    Uno recuerda las pequeñas cosas, algunas atenciones, algunos menoscabos. Yo por ejemplo, recuerdo mucho los silencios, recuerdo los momentos que no fueron míos, recuerdo observar más que el vivir. Se van de largo y al aire las palabras que usaron en declaraciones y en pleitos, pero recuerdo las veces en que observaba una persona mientras esa persona estaba absorta en otra actividad. Uno a veces es un triste ladronzuelo de imágenes, estamos aquí para eso, al menos algunos, para robar las cosas que no nos pertenecen y dejarnos robar la dignidad a cambio. No sé por qué uno está tanto tiempo con una persona o no sé por qué está uno poco tiempo con otra. Lo cierto es que vamos acumulando recuerdos en un costal que parece no tener fondo. Los recuerdos que más acumulamos son los insignificantes pero, en el ardua e inútil tarea de olvidar, uno se queda con los detalles más insignificantes olvidando los grandes problemas, quizá porque esos recuerdos, los pequeños, casi no se ven, no ocupan espacio en la cartera, ahí junto al condón para que cuando lo saques y lo vayas a usar con otra persona, ¡ahí estén! Ahí aparezcan y te hagan consiente que siempre vas a tener unas cuantas flores moradas, dentro de las aventuras de cama.


    Una vez que se rompa la alcancía, jamás se vuelve a juntar el dinero. O uno se aferra con toda su fiereza a lo más débil de una cuerda quemada. El paso más exitoso de olvidar es cuando la otra persona comienza a ser feliz con alguien más, o lo aparenta. Pero supongamos que en verdad la otra persona se ha librado de un ebrio escritor, como uno, porque hemos personas que matamos de poco a poco sin que sea el nuestro un acto de homicidio llamativo. Hemos más sigilosos, más calmos quizá, hasta más efectivos. No tenemos en nuestro arsenal metralla o explosivos de altísimo calibre, no. Hemos algunos que matamos con la tinta, con algunas líneas que dejamos ahí flotando en el estanque tranquilo hasta que llegan casi sin hacer oleaje, a causar la muerte. Es que se tiene que estar consiente que para que algo funcione jamás debes poner pólvora y prenderle fuego para ver si explota aquello. ¡Claro que lo hará! Y claro que te quemará la cara con gran estruendo, no puedes creer que eso no pasará. No hay química tradicional que funcione de diferente manera para algunas personas privilegiadas. Vamos, quizá te estés encontrando con que esa pólvora esté mojada ahora pero créanme, en algún momento secará y todo arderá, todo el maldito mundo arderá de la manera más hermosa que puede haber, consumiendo todo, cada centímetro, cada rama, cada parcela, cada hogar, cada refugio, todo arderá. El principio de olvidar cuando la otra persona comienza a ser feliz con alguien más, entonces, los caminos toman cierta perspectiva, incluso, hay alguna tranquilidad, no sabemos si la suerte de la otra persona esté echada definitivamente, pero al menos ese ya no es tu problema. Porque uno tiene suficientes problemas escribiendo poemas a las 3:58 de la mañana, como para tener que preocuparse de cómo dos mundos ajenos colapsan. Uno está muy ocupado tratando de sobrevivir, y dejar unas cuantas líneas decentes sobre el papel.
    Olvidar es un acto solitario, no se practica en un campo con otros 'olvidadores' profesionales. Olvidar, es un acto solitario que se acepta cuando se está vivo. Olvidar, no es un acto definitivo, sólo es un trato para mantener la paz con un ejército que no ha dejado de dispararte continuamente, cerca del pulmón. Olvidar, no es una palabra concluida, es un intento y es alguna esperanza raquítica y muerta de hambre, para poder seguir caminando con cierto desasosiego familiar.