Rss Feed
  1. Fallé.

    jueves, 20 de noviembre de 2014

    Creo que es aquí, sí, aquí donde la vi por primera vez. Ahora solo te recuerdo. El camino es largo, pero queda mucho por vivir, no eres la primera que lo hace ni la última que lo hará, ya meses y aún me duele, pero ¿cómo quieres dejar sanar la herida si cada que la recuerdas, a diario, es como tocarla y abrirla más?
    Mira, te encantaría verlo, lo sé. Encontré el estuche junto a tu asiento preferido, justo en el lugar donde nunca lo dejarías, esa no eres tú. Pero… tú no estás, así que, qué más da. Tomé tu lugar en el sofá, me hundí hasta topar con aquella comodidad que según tú, es la responsable de tu buen humor. Liberé la carcasa oscura de sus grilletes, aspiré el aroma de la madera y el barniz, me topé con la suavidad del fieltro y la dureza del cuero. Tomé tu instrumento; y por un instante me sentí culpable, un intruso. Comprendí la rigidez del tacto y al mismo tiempo la tersura del oído… pero nada comparado a cuando eres tú quien acaricia la armoniosa gesta del violín. Pero no eres tú, lo olvidaba. Soy yo, sólo yo. Refrené mi curiosidad, no supe a ciencia cierta por qué. Devolví tu 'brazo izquierdo' a su resguardo acorazado, cerré los ojos y quizá, por obra o resultado del azar, o una funesta broma de la fortuna, pude verte. Justo ahí, sentada junto a mí, sonriendo a la vista de nadie, sólo aquel sofá, el estuche y una patética parte de mí. Puesto que contigo se fue una gran parte de mi todo, y al igual que tu violín, ahora sólo ha quedado un trasto sólido, triste y silencioso. Yo.



    "Olvídala, arráncala de tajo, sácala desde las raíces de tu corazón, es hora de dejar volar ese pedazo de alma que tenía su nombre." Me reprocho en voz baja. Reviso las redes sociales y comienzo a ver fotos y leer sus comentarios. Hoy en día no queda nada más de ti. Te extraño, no lo niego, pero si continuaste tu camino adelante, sé que serás feliz sin mí; yo seré feliz después, aún no, pero lo seré. Intento traerte aquí a mi lado. Te necesito, te requiero aquí. ¿Dónde estarás ahora? Espero que sea donde sea, sinceramente espero que no te haga falta; ¡si por algo te fuiste…!
    Lamento no ser yo, quien te despierte cada mañana gritando o lanzando piedras a tu ventana; lamento no ser el "para siempre" que necesitabas. Sé que estas mejor ahora que yo ya no estoy. Aquí todo sigue igual, no necesito ser tu carta incompleta a la distancia, no necesito tus palabras, no quiero necesitar tu compañía, no quiero sobrevivir a base de sueños. Perdona por no poderte darte lo que no tengo. No necesito conquistar corazones con mis letras, no quiero ser feliz, sólo quiero días en los que no me sienta tan triste como de costumbre. No necesito decirte palabras bonitas. Quiero no amar y odiarte, todo sería más fácil. Pero no puedo. No puedo odiar a alguien que todavía amo demasiado.

    Suspiro una vez más, mi mente y cuerpo no están aquí, tal vez estén allá contigo, junto con mi corazón. Tú no te preocupes, tengo mi soledad que me acompaña y la luna que la ilumina todas las noches. Estaré bien, o eso creo.

    Ahora que lo pienso necesito que me regreses mi razón, mis ganas. Necesito enfrentarte, darte algo que nunca te pude dar, algo que tal vez no te importe, pero es importante para mí. Necesito darte mi olvido. Necesito mis ganas, en verdad, la cama ya se cansó de consolarme cada que el sol se oculta. La renta no se paga sola, el café no se calienta solo. Reviso una vez más el celular, festejare el día en que no anhele que seas tú. Sí, sé que dije que te daría punto y aparte, pero es mi necedad el arma mortal que siempre me ha de servir. Iré, tocare tu puerta de nuevo, aguardaré a que salgas tú y entonces, lo haré. Aún no sé cómo, pero necesito que me des mi corazón, mis sonrisas y mi dolor también.



    Así que me dirijo. Tomo el viaje más próximo y retomo camino, esto no debe de tomar más tiempo. Prepararé un guion, para saber qué decir, no puedo salirme de mi línea, no quiero distraerme con tus hermosos ojos y tu dulce voz. Empezaré recordando esto y también aquello, no quiero olvidar nada. Cierto, reviso mis bolsillos, aquí tenía dos palabras que no sabía usar. Te las daré junto con mi piel y los besos que me diste el otro día. Quiero quedarme sin nada que me traiga tu recuerdo, quédatelo tú, a mí ya no me sirve.

    Listo, tengo mis primeras demandas: Una pequeña objeción a tanta belleza, no puede ser posible que pueda caber tanto en un paquete tan chiquito; Pido una indemnización por todas esas veces que infringiste mi tristeza con tus angelicales palabras; Pido que se te condene sin derecho a fianza por el delito de fraude; fraude porque prometiste no irte nunca, pero ahora obviamente no estás aquí.



    Divago por la ciudad, después de unas cuantas horas doy con su puerta. Toco tímidamente, estoy nervioso, estoy preparado, estoy decidido aunque un poco avergonzado. Sale él, sonrió y lo saludé, pregunto por ti. Cuando regresa en busca tuya miro al suelo y veo como mis emociones cayeron allí. Antes de que pudiera recogerlas apareces tú, levanto y la mirada, sonrió de medio lado. Antes de que pudiera decir algo caminas hacia mí, te despides, me tomas de la mano y me llevas a un lugar alejado. Miro hacia atrás, veo como mis emociones y mi determinación se quedaron en la puerta de tu casa, no puedo regresar por ellas, ya no hay vuelta atrás. Así que retomo la vista al camino y observo detenidamente alrededor para que cuando regrese no me extravié, pero mi vista es interrumpida al recordar que es tu mano la que aún a estas alturas, es la que me guía. Deslizo la vista por lo que son tus dedos acarreando mi palma, en ese momento me sentí feliz y supe, que todo se había ido a la mierda.

    Paramos en una plaza, el sol se está ocultando, hace frio y tiemblas tanto como tus labios al empezar hablar.
    -¿Q-Qué haces aquí?- Tartamudea.
    -Vengo por lo que es mío, por mi corazón.- le respondí tomando un poco de aire.
    -¿Acaso nunca dejas de ser tan dramático!¿Cómo es eso de que yo tengo tu corazón?¿Que acaso no está en tu pecho? Vienes de tan lejos para… ¡para decirme tonterías! Pues mira, yo no puedo dártelo porque no lo tengo…
    -¡Claro que lo tienes!- exclamé antes de que pudiera terminar de hablar. - Tú, tú lo tienes. ¿Recuerdas que te lo di con la poquita dignidad que tenía! ¡Recuérdalo te digo!, esa vez, esa vez que por primera vez te dije que te amaba. Ahora vengo porque lo necesito, me hace falta para soñar, para anhelar, para reír… para ser feliz.- Termino en voz baja y bajando la cabeza poco a poco.
    -Y si era tan indispensable no debiste habérmelo dado.- Me reprochó mientras se acercaba a mí y de un momento a otro, me abrazó.
    -¿Por qué?... - Le pregunte muy confundido.
    -Porque te quiero. Y perdona por ser tan egoísta, pero no puedo darte tu corazón, lo necesito.- De inmediato levanté la cara, me salí de esos brazos tan dulces y con todo el dolor que tenía, dije:
    -Tú realmente no quieres mi corazón, sólo te gusta saber que sigues siendo la única que puede romperlo.- De inmediato se presentó un nudo en la garganta.
    Me miró y comenzó a llorar, entre en desesperación pero con todas las fuerzas que me quedaban me contuve, si colapsaba, aquel momento que había estado preparando tanto no serviría para nada. Pero, ¿qué más podría hacer? Sólo me quede ahí, mirándola, sin decir nada, sin moverme, sin respirar, sin pensar, solo ahí viéndola como escurrían dolores desde aquellos hermosos ojos, como se deslizaban por aquella encantadora piel, como caían las gotas hasta el suelo; salpicando mi dignidad.

    Todas las personas tenemos maneras distintas de curar nuestro dolor. Mi forma de aliviarlo es escuchar todas las canciones que alguna vez me recordaron a ti. Ver de lejos nuestra historia y sonreír. Sacar de aquel baúl los recuerdos tan buenos que tengo contigo. A algunas personas las mataría lo que yo hago para curar mi dolor, pues recordar a alguien que no está contigo es una forma de suicidio. Pero yo, sólo busco una forma, una aunque sea al día de recordarte porque no quiero borrarte de mi mente, porque no puedo hacer a un lado esta historia por más triste que sea, porque por más loco que suene esta es mi manera de aliviar mi dolor. Porque te amo más de lo que tú siempre sabrás. Porque juré irme, pero mis pies están hundidos en la madera podrida de lo que fuimos. Por qué reclamo tantas penas pero no estoy dispuesto a pagar ningún menester.

    Mira, te encantaría verlo, lo sé. Encontré el estuche junto a tu asiento preferido, justo en el lugar donde nunca lo dejarías, esa no eres tú. Pero… tú no estás, así que, qué más da. Tomé tu lugar en el sofá, me hundí hasta topar con aquella comodidad que según tú, es la responsable de tu buen humor. Liberé la carcasa oscura de sus grilletes, aspiré el aroma de la madera y el barniz, me topé con la suavidad del fieltro y la dureza del cuero. Tomé tu instrumento; y por un instante me sentí culpable, un intruso. Comprendí la rigidez del tacto y al mismo tiempo la tersura del oído… pero nada comparado a cuando eres tú quien acaricia la armoniosa gesta del violín. Pero no eres tú, lo olvidaba. Soy yo, solo yo. Refrené mi curiosidad, no supe a ciencia cierta por qué. Devolví tu 'brazo izquierdo' a su resguardo acorazado, cerré los ojos y quizá, por obra o resultado del azar, o una funesta broma de la fortuna, pude verte. Justo ahí, sentada junto a mí, sonriendo a la vista de nadie, sólo aquel sofá, el estuche y una patética parte de mí. Puesto que contigo se fue una gran parte de mi todo, y al igual que tu violín, ahora sólo ha quedado un trasto sólido, triste y silencioso. Yo.

    Así que estoy aquí, de nuevo, sobre el asfalto. La lluvia borrará mis pasos, aunque no pude eliminar las huellas que dejaste en mí, al menos sé que ella borrara las mías, como cuando limpia los escombros de lo que fue el otoño, como cuando elimina aquellos rastros que dejó la nieve; así, sin más, borrará todas las marcas de mi pasar por aquí. No creo que le importe a ninguno de los dos. Me siento en la acera con la vista hacia el cielo intentando convencerme de que en realidad es la lluvia la que me está ahogando y no mis lágrimas, vamos… inténtalo una vez más, pero al saber que nadie se enterará, perdí y mis ganas de comenzar fueros arrastradas con los ríos de mis ojos, hacia la coladera.